La viñeta señala de forma satírica
un punto interesante de la política. Dependiendo de quién gobierne
las cosas pueden cambiar de nombre o desaparecer completamente; no en
vano, lo que hoy es el Ministerio de Ciencia, Innovación y
Universidades, no hace un mes era una de las secretarías del
Ministerio de Economía, Industria y Competitividad. De la misma
forma, la adición de una “i” al final de I+D, especialmente
desde un punto de vista de alguien completamente ajeno a la
investigación, puede verse como un movimiento político. Sin
embargo, atendiendo al sistema CTS (Ciencia-Tecnología-Sociedad) se
puede analizar la adición de esa última “i”.
Las dos primeras letras se
corresponderían de forma general con la investigación básica y la
investigación aplicada, respectivamente. Así pues, por un lado se
descubren nuevos conocimientos y por otro se van a aplicar estos
conocimientos para la mejora tecnológica. Por otro lado, tenemos la
última letra añadida, que denota la innovación y que va a estar
más relacionada con la creación y mejora de productos o procesos
por parte de la empresa. Éste va a ser el último paso necesario
para que el nuevo conocimiento (obtenido del I+D) llegue a la
sociedad y por lo tanto es absolutamente necesario para cerrar el
círculo que representa el sistema CTS.
Una vez establecida la posición de
cada letra en el sistema CTS y habiendo establecido que la “i” no
es una adición aleatoria, sino que es parte integrante del proceso,
se puede pasar a analizar cómo se financian las distintas partes.
Desde luego, ya en las fuentes proporcionadas en la lección se
indica que la inversión en investigación para el caso de España es
más baja que la del resto de países de la OCDE, por ejemplo en el
artículo de Javier López Facal, del año 97. En este artículo ya
se indica que desde la política se quería aumentar la inversión en
investigación hasta el 2% del PIB (esta cifra se suele repetir
constantemente). Sin embargo, nunca se ha llegado a realizar,
llegando como mucho al 1,35% en 2009 y 2010, es decir, ya durante la
crisis económica (datos obtenidos del Banco Mundial).
Ahora, con las elecciones, los mismos partidos que no realizaron esa
subida durante sus mandatos, vuelven a proponerlo (desde luego, la
viñeta parece ser bastante acertada).
En cualquier caso, un factor
importante a tener en cuenta entre la investigación básica y la
investigación aplicada e innovación es su capacidad de rendimiento.
La investigación básica representa en ocasiones una gran inversión
que las empresas privadas pueden no estar dispuestas a asumir, puesto
que lo que buscan es asegurar un beneficio. Es por ello que se suele
dejar al Estado estas grandes inversiones. Un claro e histórico
ejemplo de ello es el programa Apollo, realizado mediante los fondos
de la NASA, pero serán empresas privadas las que definitivamente se
lleven gran parte del dinero mediante contratos. El sistema es
capitalista y la investigación aplicada y la innovación permiten,
en definitiva, mayor beneficio a las empresas, por lo que la pregunta
no es si las empresas deberían financiar más investigación básica,
sino si esa investigación les va a permitir obtener beneficios. Esto
mismo se puede aplicar, a la inversa, a los organismos de
investigación pública: si desean rentabilidad en la inversión,
realizarla en la investigación aplicada e innovación con la
generación de patentes, etc., les posibilitaría hacerlo.
La proporción de ciencia básica y aplicada, y la participación justa del estado en ambas es una cuestión muy polémica. Has llegado a ello al final de tu texto, extenso y muy correcto (como simpre). Muy buen trabajo.
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